A veces, la vida nos hiere de formas que nos cuesta nombrar. En esos momentos, nuestro cuerpo y nuestra mente encuentran maneras de protegernos: nos desconectamos, nos volvemos invisibles para nuestra propia conciencia. La disociación es ese mecanismo de defensa que nos ayuda a sobrevivir cuando el dolor es demasiado. Pero lo que una vez nos protegió, con el tiempo puede volverse una jaula.
Disociarse es habitar el mundo sin estar del todo presentes. Es sentir que la vida ocurre a través de una pantalla, como si estuviéramos lejos de nuestro propio cuerpo. Es esa sensación de vacío, de niebla interna, de extrañeza ante nuestras propias emociones. Es estar, pero no estar del todo.
El cuerpo como puerta de regreso
La disociación no es un destino final, sino una pausa en el camino. Si aprendimos a desconectarnos, también podemos aprender a volver. Y el regreso siempre empieza en el cuerpo.
La terapia somática nos enseña que la sanación no es solo un proceso mental, sino una experiencia encarnada. No basta con entender lo que nos pasó; necesitamos sentirlo, darle espacio en nuestra piel, en nuestra respiración, en nuestros movimientos. A través de la conexión con el cuerpo, podemos recuperar las partes que se quedaron atrás.
El trauma no es solo lo que nos ocurrió, sino lo que quedó atrapado dentro. Pero el cuerpo también guarda la memoria de la esperanza: la capacidad de sentirnos seguros, de pertenecer, de estar presentes. Aprender a escucharlo, a confiar en sus señales, es la llave para transformar el dolor en posibilidad.
La esperanza de sanación
Sanar no significa borrar el pasado, sino aprender a vivir con él de una manera nueva. Es encontrar momentos de presencia en medio de la desconexión, dar pequeños pasos hacia la sensación de estar aquí, ahora. La esperanza no es una idea abstracta, sino algo tangible: el calor del sol en la piel, la profundidad de una respiración consciente, la seguridad de un cuerpo que, poco a poco, vuelve a ser un hogar.
También podemos descubrir que la mayor mentira que ha existido es que estamos solas, desconectadas y que nuestras constricciones deben permanecer y que debemos atravesar nuestros desafíos en soledad.
Jeff Foster, un maestro de no dualidad, nos recuerda con sencillez que lo que nuestra desconexión, constricción e imperfección necesitan no es ser arregladas, sino ser sostenidas:
SOSTENIDO, NO CURADO
Deja de querer curarte a ti mismo, de arreglarte,
incluso de querer despertar.
Deja de intentar acelerar la película de tu vida.
Deja ir el dejar ir.La curación no es un destino.
Permanece aquí.
Tu dolor, tu pena, tus dudas, tus anhelos,
tus pensamientos temerosos: no son errores,
y no te piden que les sanes.
Quieren ser sostenidos. Aquí, ahora, con ligereza,
en los brazos amorosos y sanadores de la conciencia presente…
En Cartografías Humanas, creemos en este regreso. En el acompañamiento amoroso que respeta los tiempos y las formas únicas de cada proceso. Porque la disociación fue una estrategia para sobrevivir, pero la vida nos invita a más: a habitar el presente con todo lo que somos.
Beatriz Sánchez